Es bien sabido que la fibra supone uno de los componentes más importantes para el correcto funcionamiento del cuerpo humano, pero, ¿sabes por qué?
Para empezar, forma parte de procesos tan importantes a nivel orgánico diarios como son la digestión y la actividad intestinal. Además, ingerir las cantidades idóneas, es decir, unos 25 o 30 gramos diarios, es capaz de descender el riesgo de padecer desagradables dolencias relacionadas con el estreñimiento y, su consumo, favorece la sensación de saciedad, lo que, al mismo tiempo, tiene un efecto directo en tu peso, que estará más controlado.
Debes saber que existen dos tipos de fibra: una de ellas es la soluble y otra es la denominada insoluble. El cuerpo emplea ambas de manera distinta y ambas tienen ventajas en el cuerpo como la capacidad de reabsorber el colesterol por parte del intestino.
- Fibra soluble: Tiende a hincharse porque se alimenta de agua, de forma que alarga en el tiempo el vaciamiento gástrico y, al mismo tiempo, produce sensación de llenado. Por otro lado, posibilita la absorción de colesterol y consigue evitar los picos de azúcar. Suele hallarse en frutas, verduras, frutos secos, avena, legumbres
- Fibra insoluble: Se encarga de regular el tránsito intestinal por lo que supone un gran aliado frente al estreñimiento. Se encuentra presente en los cereales integrales y en el pan.
Los beneficios de incluir fibra en nuestra dieta son múltiples y muy variados. Por ello, es fundamental tener presente qué alimentos incluyen este componente esencial para incluirlos en nuestra lista de la compra. La fibra está presente en una dieta rica en cereales integrales, frutas y verduras, así como también un pequeño puñado de frutos secos. Además, también es importante añadir a nuestra lista legumbres para consumir, al menos, entre dos y cuatro veces a la semana.
Como hemos señalado previamente, algunas de las enormes ventajas que supone tomar fibra son: la mejora de la digestión y la mejora del tránsito intestinal. Este último punto implica el poder ir al baño regularmente, de forma que eliminas toxinas y te sientes más ligero, al tiempo que previene la hinchazón abdominal.
Es importante tener en cuenta que, si optas por esta mejora en tu alimentación, deberás introducir poco a poco la fibra en la dieta, especialmente si tus hábitos alimenticios se caracterizaban por una pobreza en este componente. Incorporar bruscamente la fibra puede acarrearte dolencias gastrointestinales como flatulencias (también llamados gases) o distensión abdominal.
De esta forma, nuestra recomendación es que vayas introduciendo de manera gradual los alimentos ricos en fibra y que, poco a poco, vayas aumentando la cantidad y variedad de los mismos según vayas observando que tu sistema digestivo se va adaptando a los nuevos hábitos alimentarios. Además de todo lo anterior, debes tener presente que, para que todo esto tenga un buen efecto, debes acompañar tu nueva dieta con abundante agua. Lo ideal son unos ocho vasos de agua al día, aunque también puede repartirse en otros líquidos como caldos, fruta casera, infusiones, etc. De esta manera, conseguirás que la nueva fibra consumida no se compacte en el intestino y te provoque malestar o dolor.