Cada piel es un mundo, incluso en una misma familia la piel de cada miembro, puede ser completamente distinta.
Las hay más o menos sensibles, con tendencia a enrojecerse o alterarse con facilidad, que necesitan hidratación en mayor o menor medida etc.
Dentro de las diferentes dermis, nos encontramos con un caso bastante común y que se manifiesta muy al principio. Los bebés son diagnosticados muy pronto, aunque es algo que puede ir cambiando, al transcurrir los años.
¿Qué es la piel atópica?
La piel atópica es una enfermedad marcada por la sequedad de la piel, se manifiesta con irritación, descamación y molestos picores. Como causas más recurrentes están la genética, los factores ambientales y algunos tipos de alergias.
En los bebés esta afección aparece habitualmente en la cara, cuero cabelludo, parte interna de la muñeca, muslos y glúteos. En el caso de los adultos la cara y zonas del cuerpo como la espalda, son los más proclives a sufrirla.
Prevenirla en los niños es complicado, sobre todo cuando la enfermedad se debe a causas genéticas, lo que sí que podemos es tratarla.
Las personas mayores por su parte, cuando son conscientes de su tendencia a desarrollarla, pueden tener en cuenta y evitar el estrés, la falta de sueño, cuidar la alimentación y la exposición a agentes externos que la fomente.
¿Cómo tratar la piel atópica?
Hay muchas maneras de tener controlada esta enfermedad, aunque como sucede en muchas otras y sobre todo en las que afectan a la dermis, la constancia es primordial.
La temperatura a la que expongamos a nuestro cuerpo es importante, los cambios demasiado bruscos y secos, repercuten en esa sequedad. El uso de la calefacción en esta época del año, ha de ser controlada y no demasiado intensa.
Evitar alimentos que puedan ser excitantes, como la cafeína ya que en los adultos, el estado nervioso juega un importante papel.
Las duchas no deben ser demasiado prolongadas y aplicar aceites, para recuperar la barrera hidrolítica.
Una de las cosas más perjudiciales para este tipo de piel, es el uso de geles y jabones con perfumes y composiciones químicas agresivas, por lo tanto es aconsejable el uso de productos, lo más naturales posible.
También debemos tener en cuenta (más aún en los pequeños) la ropa que usamos, por su contacto directo con la piel. Tejidos como el algodón y el lino, deben sustituir el nylon o las fibras sintéticas.
El lavado de las prendas, hay que hacerlo con detergentes poco agresivos, utilizar los jabones naturales es la mejor elección.
Beber mucha agua, va a ser un capítulo fundamental en el tratamiento, ya sabemos que es la base para la hidratación de la dermis.
El secado de la piel tras la ducha, ha de ser a pequeños toques no frotando, así evitaremos una mayor irritación. Lo mismo sucede con rascarse, hay que eludir hacerlo, sólo va a alterar la piel más.
Utilizar crema a diario, nos aportará la dosis extra de hidratación que necesitamos. La aplicación de dicha crema, debe realizarse al menos dos veces al día, un ritual que no debemos descuidar, si queremos ver pronto los resultados.
Cuando la enfermedad es persistente, tendrá que ser un dermatólogo, el que determine un tratamiento eficaz. En casos agudos y con episodios de grandes molestias y picores, se suele tratar con corticoides y antihistamínicos.
Cualquier cuidado de la piel, debe ser prioritario y convertirse en una rutina.