Piojos: los amigos que no queremos

Esta llegando septiembre y con él la vuelta al cole, libros, mochilas, estuches, y reencuentro con profesores y amigos.

Pero sin ser invitados, unos enemigos ¨se quieren colar en la fiesta¨.

La pediculosis capilar, es una infección, que afecta sobre todo a niños en edad escolar.

El piojo es un insecto sin alas, Pediculus humanus capitis, que se propaga con facilidad, busca las venas capilares ya que su alimento es la sangre.

A pesar de lo molestos que son, sobre todo por la picazón, no son peligrosos para la salud, ya que succionan una ínfima cantidad de sangre y no contagian ningún tipo de enfermedad.

Es posible que los síntomas aparezcan varios días después de su llegada, por lo que hay que estar muy atentos y hacer revisión como mínimo una vez a la semana.

En este caso la prevención y sobre todo la rápida actuación van a ser fundamentales.

Lo más fácil de apreciar son las liendres, los huevos que el piojo deposita en el cabello, suele buscar las zonas más calientes del cuero cabelludo, detrás de las orejas y en la nuca, a unos 2 mm, aproximadamente.

Desde que el piojo pone el huevo (liendre) hasta el momento en el que nace, puede pasar de una a dos semanas, es primordial acabar con ellos antes de que esto ocurra.

En la mayoría de ocasiones se pueden confundir con caspa, pero su color (amarillo, marrón) ya hace que se distinga, aunque sin duda la característica más importante es que no se despega del cabello con facilidad y no basta un cepillado para que se desprenda.

Igual que preparamos al niño de cara a todo lo nuevo que llega tras las vacaciones, nos toca intentar protegerlos contra esta invasión a la que se exponen.

Una de las soluciones que mejor funcionan es la loción repelente, algo que evitara el contagio en caso de estar expuesto. El piojo no tiene alas, osea que no vuela y tampoco salta como las pulgas, el contagio es por contacto de cabeza a cabeza.

La higiene en este caso tiene poco que ver, aunque hace unos años eran síntoma de suciedad, según se creía, ahora se sabe que este insecto, incluso prefiere el pelo limpio.

Hay que advertir a los niños sobre ello: no compartir cepillos, peines, adornos de pelo, gorros… Incluso intentar no tener contacto directo con la cabeza de otros niños.

Los mayores podemos ser contagiados y sufrirlos, por supuesto, pero en nuestro día a día tenemos menos peligro por nuestro forma de vida, no es usual que en nuestro hábitat y en la cotidianidad estemos tan expuestos como los más pequeños de la casa.

¿Qué hacer cuando aparecen?

Una vez que llegan los primeros síntomas: el niño se rasca la cabeza continuamente, le vemos unos puntitos en el pelo, nos dicen en el colegio que hay niños que tienen… Toca actuar.

Lo primero es observar en el nivel de infección que estamos y atacar rápidamente porque hay comienza la victoria.

En el mercado farmacéutico hay distintos productos que podemos usar, lo importante es que hagamos un tratamiento intensivo y que nos armemos de paciencia, a veces hay que repetirlo por su persistencia.

La liendrera será nuestra mejor amiga, una vez usada la loción, champú, aceite etc. Es muy importante rastrear cada mechón de pelo con ella, para facilitar el trabajo, es recomendable que el pelo esté bien desenredado, incluso usar una crema que nos ayude.

Asegurarse de que todas las liendres han desaparecido, es la misión, cada día repetir el examen exhaustivo hasta comprobar que las hemos eliminado a todas.

Lavar con agua caliente, ropa de cama, toallas, gorros, cojines… Usar alcohol y lejía para desinfectar peines, cepillos, diademas o demás adornos usados.

Si en la casa hay hermanos, revisión de todos y también de los adultos. Si se descubre que otras personas de la familia están afectadas, actuar igual con cada una de ellas. Si vemos que persiste la infección, tras haber realizado un par de veces el tratamiento, es aconsejable ir al pediatra.

No podemos bajar la guardia: prevenir y actuar, esos ¨molestos compañeros de cole¨ no pueden estropearnos el nuevo curso.

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